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Saldaña es uno de los pueblos de la provincia de Palencia más acusados por la inmigración. El 5,34% de su población es inmigrante y hay 21 nacionalidades registradas en un total de 3222 habitantes. La tasa de inmigración ha aumentado considerablemente desde 2004 y ha pasado de 172 inmigrantes en ese año a 355 extranjeros  en 2011. El grupo mayoritario de inmigrantes, 152 personas, lo constituyen los marroquíes, seguidos de rumanos (108) y búlgaros (26). Son personas jóvenes que ocupan principalmente puestos de trabajo relacionados con la construcción (en declive tras la crisis), la explotación ganadera y la plantación y recogida de la fresa. La Hermana Loreto, voluntaria de Cáritas en Saldaña y muy vinculada al sector de la inmigración, confiesa que “los inmigrantes ocupan aquellos puestos de trabajo repudiados por los saldañeses”, especialmente en un medio rural como Saldaña sumido en un proceso económico claramente regresivo, ya que el sector primario que ha constituido el ámbito productivo  hegemónico  en Saldaña y comarca ha sufrido la pérdida de mano de obra joven que ha emigrado  a las ciudades.  A este menosprecio del trabajo agro-ganadero se suma  el envejecimiento progresivo de la población rural y una evidente masculinización de la población saldañesa. Miguel Nozal, alcalde de Saldaña, asegura que “la llegada de mujeres y hombres será a medio plazo un elemento de mestizaje” y, añade, “la inmigración es necesaria porque aporta población joven y resucita el sector ganadero que tanta riqueza ha dado a nuestro pueblo y que  actualmente se encuentra  rechazado por los jóvenes saldañeses y españoles en general”. La empresa Viveros Huelva, situada en Perales de la Vega (a 3 kilómetros de Saldaña), acoge a mano de obra principalmente inmigrante para  la selección, plantación y recogida de la fresa. El propietario de la empresa, José Luis Fernández Puente, avisa de que “la recogida de las fresas es un trabajo duro y estacional que requiere de mucho esfuerzo físico. Los españoles no estaban dispuestos a trabajar en esto antes de la llegada de la crisis”.

La plaza del ayuntamiento es el lugar donde se reúnen muchos inmigrantes

Las ayudas que se les prestan a los inmigrantes se subvencionan principalmente desde el Ayuntamiento, a pesar de que la mayor implicación para la integración de la inmigración en Saldaña es mérito de los voluntarios, muchos profesores retirados y otros profesionales que dedican sus horas a favorecer la comprensión y la implicación del inmigrante en la sociedad saldañesa. Con este propósito de integración han visto la luz proyectos como el Programa de Apoyo Escolar, una iniciativa que facilita a los niños inmigrantes el aprendizaje del idioma y el refuerzo del estudio en horas extraescolares. La barrea del idioma se traduce muchas veces en incomprensión y por eso el objetivo de los educadores voluntarios es enseñar al extranjero el castellano como primer paso para que pueda expresar sus ideas, miedos e ilusiones. Los niños que acuden a este programa son mayoritariamente inmigrantes procedentes de familias desestructuradas que saben poco o nada de castellano. José Luis Pablos, educador social y técnico  de juventud del Ayuntamiento de Saldaña asegura que “muchos de los

niños que vienen lo hacen  porque somos nosotros quienes les vamos a buscar. En sus casas no hay calefacción y sus padres no se oponen a que vengan porque muchos se desentienden del cuidado de sus hijos”. El IES Condes de Saldaña es la institución encargada de elegir a los niños que acuden  al Programa de Apoyo. De los 236 niños que hay matriculados en el Instituto 32 son inmigrantes. El número  se reduce  si se habla de alumnos inmigrantes en Bachillerato, ya que de los  59 niños matriculados solo 2 son extranjeros. María de la Cruz González Lérez, directora del centro, explica estos datos y asegura que “hay mucho abandono escolar entre inmigrantes a partir de los 16 años. Muchos proceden de familias que necesitan que su hijo trabaje para aportar dinero en casa.” La inmigración ha supuesto el mantenimiento de escuelas en pueblos como Poza de la Vega o Pino del Río, lugares  que cuentan con unas 7 familias de inmigrantes y que mantienen los centros educativos abiertos gracias a los hijos de los extranjeros .  Esta reapertura de colegios en pueblos aledaños a Saldaña es un aspecto positivo que puede extenderse también a la villa, donde han cerrado ya 2 colegios en los últimos 20 años ante la ausencia de colegiales.

Algunos saldañeses observan  a los inmigrantes con recelo y según José Luis Pablos es cierto que “muchos se reúnen en la plaza del pueblo y no hacen nada, esa desocupación se hace más visible y eso contribuye a fomentar el falso estereotipo del inmigrante que no trabaja y encima cobra prestaciones sociales”. Sin embargo, la mayor parte de los inmigrantes que viven en Saldaña trabajan, si bien es cierto que la tasa de paro se ha incrementado en población inmigrante al igual que en la  población autóctona. Paradójicamente muchas personas de las que  critican la inmigración en Saldaña tuvieron padres y abuelos que marcharon a Alemania en los años 60 y 70. De Santervás de la Vega, un pueblo relativamente grande situado a 7 kilómetros de Saldaña, marcharon a Alemania y Suiza más de 67 personas en estos décadas, según datos de su ayuntamiento.  El pueblo se quedó prácticamente vacío aunque la mayoría de los emigrantes  regresaron. La integración del inmigrante en un medio rural como Saldaña se ve dificultada por las barreras culturales, también por la autoexclusión a la que se someten muchos de ellos  y, sobre todo, al desconocimiento, que siempre genera miedo y rechazo, “el miedo a lo desconocido”. La Hermana Loreto trabaja todos los días con inmigrantes, dice de ellos que “son gente acogedora, muchos de ellos con graves necesidades y difíciles situaciones, ante las que responden con una valentía y un conformismo envidiables”. Los marroquíes sobre todo son gente muy positiva”. Según la religiosa, muchos extranjeros son más herméticos por miedo al rechazo. Inciativas como la fundación de la Asociación Sociocultural Árabe de Saldaña  son una pequeña muestra de que la integración es posible y además es deseada por parte de los inmigrantes. Muchos de los jóvenes que pertenecen a la asociación son  personas nacidas en Saldaña, que siguen vinculadas a sus raíces y desean por encima de todo una convivencia basada en el respeto. Su presidente, un joven marroquí de tan solo 21 años llamado Farit Meljushment, explica la iniciativa de crear una asociación de jóvenes marroquíes desde una perspectiva personal: “He nacido en Saldaña pero soy marroquíe, soy árabe y amo a mi pueblo y a mis dos países. Nunca renunciaré ni a uno ni a otro y España y Marruecos están por igual en mi corazón”.

En un mundo cada vez más globalizado, la interculturalidad es, en palabras del alcalde de Saldaña, “inevitable y deseable”. Miguel Nozal añade que “no podemos permitirnos el lujo de que la inmigración pase a ser la cenicienta del desarrollo del mundo rural, no vaya a ser que tengamos que encontrar en la inmigración el zapato de cristal de nuestro futuro desarrollo”.